Que se desarrolle en nosotros un verdadero deseo de hablar con Dios, ese tiene que ser el anhelo del hombre. Mantener una comunicación permanente con el Señor, en la que se vuelva una práctica constante, una forma habitual de nuestro día a día, en el que se convierta en una acción que sea parte de nuestra vida cotidiana.
Por lo general, el orar es la práctica común en la que se va a Dios para presentarle todas las necesidades y problemas presentes. En este acto, se acude a Dios en oración para pedirle que obre en favor del que clama para que Dios ayude a la solución de tantos males o situaciones que se presentan al hombre.
Es por ello que el orar se ha convertido en la acción motivada por las necesidades, entendiéndose que se hace normal el hecho de que más se ora cuando más problemas y necesidades confronta la persona. Inversamente proporcional es, entonces, que cuando la vida marcha tranquila, sin escasez ni problemas, se muestra una disminución o ausencia de la oración, o se desvanece la idea de la necesidad de orar.
Es importante que logremos fortalecer un vínculo de cercanía y confianza con Dios, en el que se vuelva normal desarrollar un diálogo fluido, constante y ameno con nuestro Dios.
Que hablar con Dios (orar) no sea un mero acto de venir a pedir, sino, que sea el tiempp de cercanía, de contar los anhelos, deseos, de decir al Señor lo que nos alegra. Hablar con Dios sobre las bendiciones recibidas de Él, los logros en nuestras vidas; en fin, conversar sobre todo lo que hay en el corazón, ya sea positivo o negativo.
Que, también, cuando nos encontramos en tiempos de bonanza, mantengamos una rutina de oración con Dios.