COVID-19 un respiro para la tierra en medio de tanta niebla contaminante.
Durante años, la tierra ha sido dañada por la maligna mano del hombre, quien habiendo recibido la instrucción de Dios de guardarla y cuidarla, insiste en hacer irresponsable y despiadadamente todo lo contrario, buscando sus propios beneficios con ello.
Es muy creativo a la hora de acabar con todo lo bueno que el Señor puso en sus manos, pues destruye todo lo que encuentra a su paso; desde los océanos con desechos sólidos, petróleo y aguas sucias, hasta los ríos, árboles, animales y hasta el mismo suelo que pisa.
Nuestros recursos naturales se deterioran y algunos desaparecen con el tiempo, afectando negativamente al mismísimo ser humano, lo más triste es que ni siquiera nos inmutamos ante esto.
Una prueba palpable de lo negativa que ha sido la influencia del hombre al medio ambiente es que en los últimos cuatro meses la flora y fauna están de fiesta; mientras un virus mortal amenaza al ser humano, los recursos naturales y animales están más vivos que nunca gracias a la reducción de las actividades humanas.
Si bien es cierto que el COVID-19 o coronavirus ha sido una de las pandemias más grandes que ha vivido la humanidad, en la que casi todos los seres humanos hemos tenido que recogernos y hacer una pausa de forma dramática y sorpresiva en nuestra cotidianidad o desarrollar nuevas formas para seguir adelante con los compromisos (iglesia, trabajos, estudios y otros), y dejar que la vida siga su curso. El hombre tiene capacidad limitada ante catástrofes de esta magnitud, sin embargo, cree que todo lo puede. En este caso, nos enfrentamos a una catástrofe sanitaria que, aunque los especialistas de la salud han dado el todo por el todo para salir de la situación, se les ha visto agotados, frustrados e impotentes ante tanto trabajo y esfuerzo por salvar vidas que deben dejar ir porque no tienen los recursos para retenerla, situación que deja un amargo dolor y frustración tanto a esos servidores de la salud como a cada familia que se ve impotente ante la partida de estos seres atrapados por este mortal COVID-19.
Ahora bien, dentro de la paralización que ha sufrido la humanidad, se puede apreciar que el COVID-19 ha impactado positivamente el planeta en el que vivimos. Como se ha podido comprobar en diversos medios sociales, los hechos demuestran que nuestra tierra ha tomado un “RRESPIO”, un “DESCANSO”, lo que constituye un gran impacto positivo para nuestro planeta, nuestra tierra, nuestro hábitat. Por lo tanto se puede afirmar que no todo lo relacionado con el COVID-19 ha sido negativo.
Cuando se habla de impacto positivo de esta enfermedad en la naturaleza, se hace referencia a que como el principal depredador del medio ambiente (el hombre) está confinado, se han cerrado las grandes industrias, se han detenido los medios de transporte (marítimo, aéreo y terrestre), se ha prohibido la conglomeración de personas en los espacios públicos y naturales como ríos, playas y parques, las aguas están más limpias, el dióxido de carbono se ha reducido y se ha purificado el aire. Los bosques y áreas verdes han renacido, por lo tanto muchas especies de animales han habitado esos lugares.
Por su parte, según datos científicos publicados en el Diario Libre, en la Republica Dominicana, se ha observado una reducción de la contaminación del ruido y del aire debido a la reducida circulación de vehículos.