Hoy en día, sobran las razones para matar cualquiera de las virtudes antes dichas (si no todas). Esto así, cuando escuchamos que una guerra acaba de estallar, que las pandillas quebrantan la paz de un sector, que nadie cumple sus promesas, que las drogas están descerebrando a nuestros jóvenes y atletas, que los vicios se llevan el progreso de hombres y mujeres productivos; en fin, el presente y futuro de este mundo parecen estar envueltos en la total oscuridad.
Es la hora de mirar hacia arriba, traspasar los cielos con nuestra fe y ubicar nuestras miradas a la diestra de Dios; allí ver QUE HAY UNA ESPERANZA. Esperanza que está sentada a la diestra del Padre, esa esperanza está en Cristo Jesús; ese Cristo que vino a rescatar precisamente a esos que están sin esperanza y/o sin Dios en el mundo.
Ese Cristo desde siempre ha reservado hombres y mujeres, que no sólo mantienen esa esperanza viva, sino que tampoco han doblado sus rodillas ante el mal, que le sirven día y noche y que, congregados, forman esa iglesia aquí en la tierra, que un día será levantada por el Redentor y Salvador; y sólo allí terminará nuestra esperanza, porque ya recibiremos todo lo prometido.
Citas de referencias: Efesios 2:12; Romanos 11:4; Efesios 5:26-27.