El escritor de la epístola universal de Santiago nos dice en el capítulo 3 y verso 11: “¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?”
Con esta interrogante el autor se propone ayudarnos a entender la necesidad de vigilar y cuidarnos de lo que decimos.
También es la idea, que sepamos cómo debemos ser un medio de bendición a través de nuestras expresiones.
No debemos tener una doble forma de hablar, es decir, que no deben salir de nuestra boca palabras denigrantes, maldicientes o deshonestas, y al poco tiempo salgan de la misma, palabras de bien, de edificación y de bendición.
En ese sentido, nuestros labios deben ser un medio para engrandecer a Dios. Que con nuestra boca expresemos las bondades del Señor, y pongamos de manifiesto las bendiciones que el Padre Celestial brinda al ser humano. ¿Qué decide usted? ¿Será una fuente de agua dulce o de agua amarga?
Pidamos al Señor que nos dé el interés de sacar de nuestro interior lo mejor, que nuestros labios expresen las bondades de Dios, que seamos una fuente de agua dulce.