“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.” (Proverbios 4:23).
En estos días en los que el mundo lucha por contener el virus del COVID-19, muchos de nosotros, como es razonable, nos encontramos poniendo en práctica medidas con las que buscamos proteger nuestra integridad física y la de los demás.
El uso de guantes, mascarillas, gel, trajes de protección, cuarentena, desinfección, aislamiento social, el quedarse en casa, y otras, son parte de las medidas que observamos y escuchamos con bastante frecuencia en los diferentes diarios y medios de comunicación de prácticamente el mundo entero.
Pero mientras todo esto ocurre ¿cuáles medidas estamos tomando para proteger nuestros corazones del virus del pecado? ¿No es el pecado mucho más letal y peligroso que esta pandemia del coronavirus que azota a la humanidad? No olvidemos que la pandemia del pecado ha sido la que más contagios, muertes y dolores, tristemente, ha causado en el mundo. Pero, a pesar de su gravedad, gracias a Dios, en Cristo ésta tiene solución.
Partiendo de la verdad de que solo la sangre de Cristo es la que nos limpia de todo pecado (cuando creemos en él como dice la Escritura), hay un grupo de excelentes y probadas medidas que nos ayudarán a guardar nuestros corazones, incluso en tiempos de COVID-19. Ellas son: la oración, el estudio y la meditación de la Palabra de Dios, el ayuno y otras disciplinas espirituales bíblicas que son necesarias para guardar nuestros corazones del mal. De manera especial, ellas nos llevan cada vez más a ser y a comportarnos como Cristo Jesús.
Así que, si has lavado tu corazón con la sangre de Cristo, lucha más por no contaminarte del pecado que de cualquier otro virus. Cuida bien tu corazón. Protégelo poniendo en práctica y haciendo uso de todas las medidas, recursos y herramientas espirituales que Dios nos dejó en su Palabra, porque de él mana la vida. Las siguientes palabras de nuestro Señor Jesús, deben ser siempre motivación para nosotros en ese sentido: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.” (Mateo 5:8).